En la pared de mi cuarto
está impreso tu nombre,
invisible,
indescifrable.
En cada ángulo del cuarto
se respira tu nombre.
Adherido a las sombras
permanece,
se palpa.
En la esquina de mi cuarto
salta a la vista tu nombre,
vivo,
vibrante,
tronante.
En el piso de mi cuarto,
al frente, en el cielorraso,
tu nombre se escribe solo
y se dibuja
y se esculpe.
En cada sueño nocturno
dentro de la red del cuarto,
tu nombre crece o se escapa,
me habita,
fluye
y derrama.
Ahí permanece tu nombre
como una presencia informe.
Tu nombre que fue huracán
y hoy es lago de nostalgias.