Me gusta pronunciar tu nombre,
Temístocles,
parece el nombre del ingrediente secreto
que da color a las rocas.
Parece también una palabra mágica
para que al fin se maduren los tamarindos,
Te-mís-to-cles,
lo repito
y se sonrojan las mandarinas.
Si dos o tres se reúnen en tu nombre
una semilla parpadea
en el vientre de la tierra,
y un trozo de bambú presiente
cuál será su nota musical
en la marimba,
Temístocles,
el verdadero mapa de Buenaventura
estaba en las arrugas de tu frente.
Las líneas de tus manos
fueron afluentes del río Anchicayá.
¿Cuántos tocaron a tu puerta a media noche
para pedir una tacita de tierra
y completar así el café?,
Temístocles,
nos han negado la tierra,
no oímos ladrar a los perros,
y todas las respuestas
estaban en tu portafolio:
¿quién es el dueño de los robles amarillos?,
¿a quién pertenecen las gallinas sin vacunar?,
¿en dónde comienzan y terminan
las raíces del limonero aquel?
Me gusta pronunciar tu nombre,
Temístocles,
lo digo
y siento que se fastidian tus asesinos.
- Del libro Caja de música (Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2020)
- Poesía colombiana