Yo también, alma mía, como si fueras un sutil diamante, te doy, con el martillo de las horas, y saltas en fragmentos. Cada leve partícula refleja la luz de mi pasado, el leve parpadeo de un recuerdo, la sombra de mis noches. Oh! fatiga sin término la de reconstruirme, no en la vasta unidad del gran espejo, sino en millones de cristales rotos.