Siglos de miedo
Sólo encuentro una explicación mínimamente razonable para comprender cómo es posible que ahora mismo las calles no revienten de rabia:
El miedo.
Siglos de miedo.
Miedo en las venas y en las placentas, miedo a todas horas, fragmentado, televisado, a jornada completa.
Miedo a hablar, a perder, miedo a la victoria.
Miedo a abrir el corazón, miedo a la violencia.
Miedo a la libertad, miedo a saber, miedo a romper nuestras cadenas.
Miedo a tocar, miedo a besar, miedo a derribar los muros de la indiferencia.
Miedo a la verdad, miedo a reír, miedo a cantar con todas las letras.
Miedo a la memoria, miedo a estar de pie, miedo a la decencia.
Miedo a limpiarse el miedo.
Miedo a morir.
Miedo a las blasfemias,
a los perros de guerra,
miedo a curarse la ceguera.
Miedo a tener sueños,
miedo a las calles vigiladas, al control de nuestras vidas,
miedo a no tener muros ni fronteras,
miedo a las ideas.
Miedo a uno mismo,
miedo por los padres y los hijos,
miedo al presente y al futuro.
Miedo por todos los lados, infame miedo, miedo desde dentro, miedo palmo a palmo, gota a gota, miedo lamiendo lenguas.
Miedo, jodido miedo, viejo miedo que nos amedrenta, que para en seco las quejas, que arrastra pueblos a las tinieblas.
Miedo, frío y tenaz miedo que mastica el día a día y lo vomita imponiendo su silencio de hambre y calaveras.
Jodido miedo que respiramos casi sin darnos cuenta.