Carlos Medellín
Del libro Moradas, 1951
Así dice la noche: ha mucho que mis pasos ignoran el reposo buscando la luz nueva que anunciara un profeta. (Un día de su lengua brotaron en bandadas voces de redención) la sombra huyó ese día de mis altas moradas y nadie cerrar pudo las alcobas desiertas. Así dice la noche: los hombres no recuerdan mis fértiles insomnios, olvidan la sandalia que yace abandonada a mi desnudo pie, los hombres ríen, lloran, levantan y doblegan estatuas de alegría en bancos de neblina, entonces no danzaban sus cuerpos sin mi sombra, su frente no era arcilla sobre mis senos de oro. Así dice la noche: cualquiera dice: “Noche”, mas nadie me reclama, hablan en mi regazo distantes de mi nombre, habito su esperanza, su lecho, sus armarios, pero no ya su labio doliente me conoce. Así dice la noche : entonces fui morada propicia de los ciervos, ángel para las dulces alondras cuyo vuelo ceñían de jazmines mis caminos aéreos, fui leche a los pequeños corderos de la tarde, pastora a los rebaños que por tallos velaba. Así dice la noche: oh soledad que nunca me colmas las estrellas por mi sombra dejadas, mi dueña, dulce espina, mi más cruel vencedora, yo soy la noche, sola, virgen, desheredada, río que no alimenta peces, nubes y nada. ¿Cuándo en la luz remota que dijera un profeta, volverán los corceles que en ancas transportaron mis sueños más profundos? Así dice la noche.