Escribo, porque no puedo pelear batallas con mis manos
y el lápiz -a veces- apunta mejor que la escopeta.
Escribo, porque el verbo escribir suena a única certeza,
y es ruta sin distancias, y es cuerpo sin virus.
Escribo, porque la hoja en blanco es un gato feral
y debo recogerlo, alimentarlo, darle guarida, amarlo.
Escribo, porque los adjetivos acechan y cuando matan,
también dan vida; porque el lugar común no me asusta
y lo que se ha dicho mil veces, igual salpica su encanto.
Escribo, porque todo en mí es un desencuentro:
los terminales se mudan, las calles cambian de nombre,
y nunca atino estaciones, horarios o trabajos, retornos o partidas.
Escribo, porque aunque duele, no duele tanto.
Escribo, para llenar los cántaros,
limpiar los espejos,
empuñar los espacios,
caminar los laberintos.
Escribo, para no morirme de pena.
Por eso escribo…
- Del libro Todos los éxodos (Antología personal, 2012)
- Poesía ecuatoriana