Farah Reza Loaiza
I.
Nunca he sido particularmente fan de mi cuerpo
ni de esas imágenes que lo capturan.
Supongo que ese amor llega como todas las cosas,
con paciencia.
Me gustaría decir que lo sentí a primera vista y a la vez no,
para no hacerme pasar a las que el "amor propio"
se les ha vuelto una estampilla en la mochila y la nevera.
Mi baile con el cuerpo ha sido tan lento
como ver crecer el cabello después de pasar la 0,
y a la vez tan ruidoso como burbujas de agua sobre la leña.
El crespo ha crecido sin métrica
rebelde y sin ideas.
El reflejo de mis ojos se esfuma
cada vez más,
en cada destello del sol y de la risa.
Mi color evoca árboles
imagino qué jugando,
con la ironía de no estar bien plantada.
Mis senos desafían la vista
junto al con-tacto con la vida.
Mis piernas han perdido su asana favorita,
a causa de la cicatriz que alinea la columna.
Mi cuerpo ha sido enemigo,
mientras el hedor a rosas invadía
tiempo atrás,
el cuello y la espalda.
Mi cuerpo ha sido violentado
por sus dedos
y los míos.
Mi cuerpo fue rechazado,
ante la búsqueda de la no existencia,
una casi cumplida.
Ha sido marcado,
abusado,
olvidado,
Y saboreado.
Ha sido fotografiado y desfigurado
en las palabras y la memoria.
II.
Me estoy fermentando, me huelo,
comienzo a generar nuevas burbujas,
distintas, con más letras y amoríos.
Conservo preguntas e incertidumbres
protejo efervescencias y vacíos.
Me muevo ante el azúcar y el oxígeno,
cada día contemplo nuevos tonos y colores,
cada encuentro me diversifica,
me expone
me sabe
me abraza…
Cada hora soy más acida y más dulce,
Cada cata soy el origen transformado,
Soy la cara del pasado
en la cocina de patios foráneos,
estallando,
vibrando
en un futuro que se escapa.
Sorbo a sorbo
Buscan beberme
Degustarme
Esclarecerme
Incluso reprimirme
Al final, demandan saber en qué o quién me he convertido.
Soy, porque después de fermentarme no queda nada más por ser.