La vida está llena de puertas y ventanas
de muros,
de cerraduras con llaves perdidas o encontradas.
La construimos sobre escombros, tierras yermas
o vergeles egoístas
Crece,
se abre paso entre el dolor y la alegría.
La vida,
que no pide permiso para ser vivida,
se empeña en parir madrugadas limpias de imposturas
pero a veces desprecia su destino.
Cuando nadie la vigila
degüella el mañana y huye,
da la espalda a los nombres, a las casas,
a las caricias.
Huye dejando el pobre rastro
de la sal, de los andrajos.
Se va deprisa,
con la urgencia de la cobardía.
Se va deprisa a veces la vida,
hay que llamarla con la voz atávica
de los que la necesitan valiente,
heroica,
en pie sobre sí misma.