Carilda Oliver
Los besos se me han vuelto telarañas, la casa se ha venido abajo, se derrumba; ya está rota aunque tiembla entre gajos y vitrales. Abierta como madre la aluden los crepúsculos; es un desierto borrado por mis pies que no siguen a nadie. He claveteado estas persianas para que no examinen la agonía, el polvo es mi señor. Sepultada por gatos y papeles jamás sospecharán que vivo.