El sueño de la otra

VII

Me bautizaron con rostro de mujer
            y ungieron mis piernas 
                                    con aceite.
Luego hicieron resbalar por ellas
            el nombre
            con el que aún me llaman.
No me arrepiento,
            pero cada vez que mojo mi piel
con gotas de la bendita agua
                        confieso el sonido
de las campanas del reloj.