Oh, amigo, no pensé que el silencio
fuera lo peor que nos dejaría la guerra.
Tanta quietud hace de los pensamientos
gritos, sollozos solitarios.
Acá la gente se arrastra rugiendo, retorciéndose,
y la sangre se espuma en la tierra...
Hay tanto silencio que no vendrá
ni el campesino, ni el carpintero, tampoco el agricultor —
nadie, nunca, vendrá.
Tan silencioso todo, enmudecido,
que no es ni vida ni muerte
sino la peor condena.
Ni vida ni muerte — mudez, mudez —
desesperación que encoge la boca.
Los muertos se quieren vengar de lo vivo:
todos saben, todos recuerdan, y callan.