Lo esperado sucede inesperadamente.
A veces no hay campana, no hay trompeta, no hay canto
ni heraldo ni siquiera jilguero que declare
la entrada del milagro. Es la vida de un hombre
en su mundo de límites cada vez más pequeños.
Como el agua que fluye pasarán muchos meses
hechos de muchos días. Habrá que darlo todo
por perdido. Dormirse muy cerca de la nada.
Pero despertaremos. Un día de febrero
respiraremos aire que contendrá futuro.
Se acabará el desorden de nuestros corazones
y se ensanchará el pecho de los que se angustiaron.
Con el mismo silencio y la misma dulzura
con que llega la nieve, se cumplirá de pronto
el nombre del arcángel que significa Dios
ha curado.