Quinta

Carlos Medellín

Del libro Moradas


En las horas aún de violeta 
los árboles zarpan, 
llegan nubes cargadas de musgo, 
hasta el viento se ahoga en palabras, 
y la voz que transita mi fondo 
todavía no alcanza
a formar una estrella ni un nombre. 
 
Aquí mismo, tras esta ventana 
de mi sombra surgieron montañas, 
fue un ayer que no existe 
porque sólo vivía en el eco, 
pero apenas podemos hablar de mañana. 
 
Oh, dejemos 
al reloj que no cumpla sus citas 
y que el pulso nos colme de tactos. 
Sólo ahora los muertos y el trigo 
su minuto de siempre habitando. 
Qué decir, qué soñar, 
si la noche de hielo me abriga 
y me llena los ojos de párpados. 
 
Aquí el labio de Dios prolongándose 
en el duro silencio, 
aquí el triángulo 
de la nieve, la espina y mis manos,
como amarga vía láctea 
aquí sueños 
que a pesar del amor sepultamos. 
 
Cómo el tiempo renueva rebaños 
a mi lento cayado.
Ya no basta velar por los lirios 
porque ahora de piedra 
son las nuevas campanas. 
Y las lenguas del pasto dibujan 
mi silueta en sus tablas de estaño. 
 
Dadme (tiempo y espacio) 
comenzar este nuevo camino 
con pies desvelados 
que conozcan apenas la arena 
de mis últimos pasos 
aquí, sobre el alba.